La creación de los ambientes amables
El camino en la creación de los ambientes amables que nos caracterizan, invita permanentemente a conocer las biografías de quienes residen con nosotros. Esto marca la diferencia entre una remodelación del espacio físico y una verdadera intervención espacial gerontológica.
Al momento de hacer una planificación ambiental dentro de nuestras residencias, el equipo profesional considera las necesidades específicas tanto individuales como generales. Al mismo tiempo que se valoran los comportamientos de las personas que allí habitan en función de los lugares que transitan.
Esta implicación ética y profesional a la hora de proyectar espacios significativos, se centra en favorecer el apropiarse de dicho espacio más que el mero y pasivo hecho de adaptarse a vivir en una residencia.
Los entornos orientados a mejorar la calidad de vida de las personas mayores, requieren flexibilidad tanto en el acto creativo de generarlos como en la transformación constante que se necesita para adecuarlos, de manera que garanticen la autonomía y la participación permanente.
De esto se desprende que en la generación de ambientes amables a la diversidad de vejeces, el arquitecto y el diseñador no trabajan solos. Se requiere de un equipo interdisciplinario, que aporte la valoración de la historia personal de cada residente, del proyecto vital que da continuidad a esa historia y de las necesidades de toda la comunidad de atención a largo plazo.
Esta integración de todas las voces, incluidas las de las personas mayores, se asienta en el reconocimiento de la importancia del contexto habitacional en el estado emocional y comportamental de quienes lo habitan.
En definitiva, nuestro desarrollo de ambientes amables no es únicamente un acto estético, arquitectónico y edilicio. Es eso y mucho más que eso. Implica fundamentalmente un hacer sensible a la promoción del bienestar, de la accesibilidad y de la continuidad en la trayectoria vital.